La palabra hospitalidad, hotel, hospicio, hostal y hospital derivan todas ellas de una misma raíz latina, hospes que significa “huésped”.
El sentimiento cálido entre el anfitrión y el huésped y el lugar donde se experimenta esa relación fue designado con el nombre de hospitium.
El Hospice es una filosofía de cuidado y a su vez el lugar donde se desarrolla la atención plena centrada en la persona, poner al paciente en el centro de la relación.
A nivel médico, el Hospice centra su atención en los síntomas físicos y emocionales del paciente y sus familias más que en la enfermedad terminal en sufrimiento sea lo mas sostenible posible.
El objetivo principal es promover una vida alerta, digna y sin dolor por medio de un sistema que es respetuoso con las necesidades individuales.
Las necesidades de las personas moribundas son multidimensionales y requieren el apoyo de diferentes disciplinas que deben compartir la mirada holística (física, psicológica, social y espiritual) de cuidado. Por lo tanto son necesarias diversas habilidades de los médicos, enfermeros, kinesiólogos, trabajadores sociales, auxiliares, consejeros espirituales, sacerdotes y voluntarios especialmente preparados.
El Hospice también apoya a los cuidadores familiares acompañando, guiando y haciéndolos parte de los cuidados del paciente.
Se considera la atención al duelo de máxima importancia para los que quedan y sufren por la pérdida de un ser querido.